08 septiembre 2017

Sesión 3: Juani la loca: no sé nada sobre el amor

Nombre: Juani la loca.
Edad: pasados los cuarenta, muy a su pesar.
Identificación: compañera de trabajo.
Diagnóstico: desesperada al borde de un ataque de nervios.

Cuando conocí a Juani me pareció maja porque era educada. Yo era joven, inexperta y acababa de descubrir que en mi empresa la mayoría de la gente te mira por encima del hombro aunque estén un peldaño por debajo en la jerarquía. A pesar de todo, dejaba vislumbrar algo extraño, algo que me decía que no íbamos a ser amigas. Y no lo fuimos.

Hace unos años, en uno de esos cambios en que vuelven todo patas arriba, ella y su jefa se mudaron al edificio donde yo trabajaba. Por aquella época rondaba el edificio una especie de becario de uno de los jefazos, Apestoso Bryan, al que ella le echó el ojo. Aún no sabemos cómo pasó. Podría decirse que él es atractivo, pero su apodo es por algo, además de los ramalazos de autista (casi merecería una entrada aquí). Por otro lado, Juani es una de las personas más maniáticas de la limpieza que conozco, aunque supongo que la soledad extrema, esa sensación que te hace ver un precipicio justo donde se termina la acera, puede empujar a una persona a perseguir a otra que no le pega ni con cola. Y no se trata de que los polos opuestos se atraen, sino de que este tipo no atrae nada más que espacio entre él y cualquiera que respire.

Flirteo por aquí, ricito de pelo por allá, un café a cambio de enseñarle a utilizar el Mac y parecía que el romance estaba en el aire. Sin embargo, Juani seguía sola como siempre y más cabreada que nunca unos días antes de San Valentín. Si fuera normal, lo dejaría pasar y lo disfrutaría. Si fuera normal. Un baño relajante con juguetitos, una copa de vino, una cena especial y sábanas nuevas. No, eso no vale. Y se fue de caza.

Las técnicas de este animal del amor son un tanto peculiares. Cuando se extendió por el edificio el mensaje de que Apestoso Bryan había sido cazado robando comida de la nevera y, un poco después, conocimos la fuente, mis amigas y yo supimos que Juani no es de las que pierden el tiempo. Ya que no podía tenerlo, lo destrozaría para que no lo tuviera nadie. Juró varias veces sin pestañear sobre un manual de Macroeconomía de la víctima que lo había visto coger (no solo) sus tupper. Varias veces. Y la creyeron como creyeron a las chicas en los juicios de Salem. Porque el chaval, además de ser tímido enfermizo en ciertas situaciones, no estaba allí para defenderse. Para rematarlo bien, fue corriendo al despacho de su jefa y le confesó que no solo robaba comida, sino que le había robado la grapadora. Infantil pero efectivo para destrozarle la reputación a alguien en un entorno que a veces parece una guardería.

Poco después se supo la verdad, que todo era falso. Incluso ahora me pregunto si el tupper no lo habría cogido ella igual que cogió mi tenedor y lo tuvo en su poder algo más de un año. Pero lo curioso es que unos meses después salían a tomar café juntos, muy juntos. Y yo llegué a la conclusión de que no sé nada sobre el amor y de que esa tía cuanto más lejos mejor.

Quizás algún día Juani vuelva a otra sesión, ella es de las que necesitan terapia intensiva. Además, ahora va a ocupar mi viejo zulo y ese lugar vuelve loco a cualquiera.