Nombre: María.
Edad: cincuenta y pico.
Identificación: directora del registro en la empresa donde trabajo.
Diagnóstico: tirana, iracunda, le gusta echar broncas en público.
María
es la directora del registro y todos dicen que es muy organizada y lo
lleva todo muy bien, pero yo echo de menos a su antecesor. Por suerte no
tenemos mucho contacto, pero cuando lo tenemos siempre arde Troya y
acaba soltándome alguna frase borde o directamente una bronca. Lo de las
broncas ha pasado en dos ocasiones. De la primera hablé en una
entrada en mi otro blog
y la segunda sucedió hace unos días, cuando decidí que tenía que tener
su entrada aquí por derechos propios y entrando por la puerta grande.
Si
la bronca anterior estaba más o menos justificada dependiendo del punto
de vista, esta no lo estaba para nada. Quería que le dijera qué
normativa interna tiene que utilizar para un procedimiento que su
departamento gestiona. Me preguntó a mí porque soy quien recoge los
documentos para ese procedimiento, pero no sé nada más. Es su
departamento el que pone las reglas, el que decide qué se pide como
requisito y el que me da la lista. Como le dije que no sabía se puso
furiosa porque eso significaba que si no sabía qué reglamento usan es
porque no lo tienen y si no tienen uno es su problema y su
responsabilidad. Y ahí empezó todo, de nuevo con público. No me lo dijo
cuando me llamó, pero había un subordinado suyo en la habitación y ella
no se corta en poner el manos libres. El tipo, claro, no se privó en
lanzarse a mi yugular para quedar bien delante de su jefa. La bronca gratuita
me molesta, que lo haga delante de gente me pone furiosa. Así que ella
entra aquí no solo por tirana y echar las bronca en público sino por
también por imbécil y gilipollas. Y si no le llamo nada peor es porque
no quiero perder los papeles como ella.