14 noviembre 2018

Sesión 5: B., la trapichera

Nombre: B.
Edad: ya no cumple los cincuenta.
Identificación: compañera de trabajo y compañera de inglés.
Diagnóstico: mala educación, amargura, veneno en vez de sangre.

Llega a esta quinta sesión B., una de las perpetuas en la empresa. También es perpetua su cara de mala leche, de cabreo, de asco. La conocí en mis primeros meses. Entró en la cocina y, con tono despectivo y gesto de repugnancia, me preguntó si había abrebotellas, pero no quería saber, quería que se lo diera. Intentó cosificarme, ponerme al nivel del suelo sin saber si yo era el último mono becado o una recién llegada a un cargo medio tras haber hecho un máster en una universidad top. Después de ese encuentro pedí informes. Varias compañeras, por separado, me contaron la misma versión desagradable de alguien que debería tener cierto don de gentes para hacer su trabajo de coordinadora de eventos. Tras una segunda vez igual de desagradable para mí, decidí que nada de intercambiar saludos con esa persona.