Hace unos años, después de leer La playa de los ahogados de Domingo Villar, comencé mi propio libro
de los idiotas tomando la idea del padre de Leo Caldas. Un cuaderno donde
apuntaba el nombre de todos los imbéciles que me rodeaban más una pequeña
descripción de quiénes eran y por qué estaban allí.
- Dorotea, la Mofeta. Becaria de investigación que apesta (ya no es becaria, pero sigue apestando).
- Inés, la Cotorra. Asistente en el área jurídica. Porque habla como si no hubiera mañana y me mira las tetas haciendo que me sienta incómoda.
Durante años fue suficiente. Luego empecé el blog y apenas he tocado el
libro de los idiotas, aunque en cuanto termine de escribir estas líneas, lo
buscaré para actualizarlo. Lo que ha cambiado para que me haya decidido a pasarlo
a un blog es que muy a menudo me encuentro con gente que hace la vida de los
demás muy difícil y no me llega con describirlos en una línea. Son personas
aparentemente normales, que trabajan, se relacionan, se casan y tienen hijos,
pero detrás de eso se esconde un problema que no conocen o que directamente no
les apetece solucionar porque descargarse en los demás es mucho más divertido. Ayer,
hablando de una de estas piradas con Circe, me dio la idea llamándolos los
locos indeseables. Y aquí está su espacio.
Que empiece la terapia.