25 julio 2019

Sesión 10: El sabiondo gritón: terapia después de un viaje en tren.


Nombre: desconocido.
Edad: por su aspecto, pasados los cuarenta. Por su voz, pasados los cincuenta. Por lo que dice, pasados los sesenta y hasta los setenta y subiendo.
Identificación: compañero de vagón en un viaje en tren.
Diagnóstico: sabiondo, escandaloso.


Datos que sé sobre él:
-        vasco;
-        sobrepeso importante y muy preocupante;
-        viajaba con un amigo o conocido, también con sobrepeso importante;
-        el ancho de las butacas no era compatible con sus anchos.

Datos que deduzco sobre él:
-        era la primera vez que había viajado a mi ciudad;
-       le encanta ir de listillo y demostrar que sabe más que los demás, aunque esto no sea más que un signo de que entra en el rango de la mediocridad o, quizás, una manera de esconder que está por debajo.

Entré en el vagón, identifiqué mi asiento y descubrí que me tocaba delante de un señor que hablaba con un volumen más alto del que es tolerable en un sitio compartido con los demás. Pensé que me iba a tocar un viaje desesperante si a aquel tío se le daba por hablar todo el rato, aunque pensándolo mientras escribo, no habría diferencia entre ir sentada justo delante o al final del vagón.

Era una de esas personas a las que les da igual hablar con su colega (como hacía cuando llegué) que con el revisor. Tenía que dejar libre su pedantería a todo volumen, porque él viaja mucho. Tenía que esparcir su sabiduría en un tono que dejaba al resto de la humanidad a la altura del betún, porque él viaja mucho. Aunque lo que decía era cosa vieja. Todos los que cogemos el tren en esa estación sabemos que está olvidaba de la mano de dios, peleamos cada día para que no la cierren. Los gallegos, extremeños y vascos (y los de otras zonas que no mencionó, se ve que no viaja tanto) sabemos perfectamente qué tipo de tren tenemos. No hacía falta que este tío le diera la brasa a una persona que no conocía y que estaba trabajando, ni que molestara a los que íbamos en el vagón a nuestras cosas.

Como las quejas sobre el sistema ferroviario parecen ir unidas por una cadena inquebrantable a la política, enseguida pasó a poner a caer de un burro a los políticos, pero ya sabemos qué efectos produce este tema en la gente. El revisor se picó y le siguió el juego, se ve que la huelga de unos días antes lo tenía calentito y no hizo falta mucho para prender la llama. Un minuto de esta conversación era demasiado, pero si se descuidan llegamos a la siguiente estación. Pesados. Nadie allí había pagado una pasta para aguantar aquello.

Por fin terminaron con la política, pero el señor de los gritos aún no había acabado. Con su problema de sobrepeso no cabía muy bien en la butaca (ni bien ni mal, en realidad), situación aun más incómoda con su amigo en el asiento de al lado. Su objetivo era ocupar cada uno dos butacas, cuatro en total y dos de ellas sin pagar. Por desgracia para ellos, el tren se iba a llenar en las dos estaciones siguientes y se tuvieron que poner juntos. No sé cómo se apañaron para caber porque realmente su peso era un problema grave, de esos que impiden hacer vida normal. Eso sí, la lengua no la ató en ningún momento y durante siete horas tuvimos que aguantar su volumen y su palabrería. Él no iría muy cómodo rozado con su amigo, pero los demás tampoco, lo habríamos encerrado en el baño para ir un poco menos desquiciados.

5 comentarios:

  1. no te pudiste abstraer nunca de esa charla? no tenías auriculares? nada?! ja...

    que molesto también por la duración, siete horas es mucho tiempo.... saludos...

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    1. Sí, por supuesto. :) Me puse un par de podcasts, me enfrasqué en la lectura y conseguí no saber de qué hablaba la mayor parte del tiempo. Pero sentía su voz todo el rato. Me molesta menos cuando hay más voces, por ejemplo en el tren al trabajo, que esa sola voz sonando como una trompeta. :D Y sí, es sobre todo por la duración del trayecto. Lo bueno es que lo escuchaba y pensaba: este para el blog de los indeseables, jajaja.
      Un abrazo.

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    2. está bueno eso, sacar provecho de algo malo je...

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  2. Vaya historia... jajaja bueno me he topado con gente con esas características pero yo soy muy tolerante, no se si pudiera decirle algo jaja abrazos :)

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    1. Yo igual, soy incapaz de decir nada, por eso me desahogo en el blog. :)
      Un abrazo.

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