Nombre: A., el letrado iletrado.
Edad: treinta y tantos.
Identificación: compañero de inglés (sí, otro más).
Diagnóstico: prepotente, probablemente envidioso.
Pues sí, viene al blog otro de mis compañeros de inglés del pasado. Los del presente son majos (por si me leyeran por casualidad 😊). Este, de hecho, era del mismo grupo en el que estaba la joven amargada protagonista de la primera sesión de este blog.
Cuando pensé en hacerle una entrada ni siquiera me acordaba de su nombre y no hace tanto tiempo que nos conocimos, esa es la importancia que tiene en mi vida. Pero al empezar a escribir lo recordé, aunque voy a dejarlo en A. Da igual que se llame Antonio, Ángel o Ambrosio. Sí es un poco más relevante, al menos para llevar la historia por donde quiero, decir que es abogado y está casado con una gallega. O era y estaba. No tengo necesidad de saber.
Hice una redacción genial sobre Concepción Arenal. Al profesor le encantó y lo mencionó en clase al día siguiente. Comentó que había sido todo un descubrimiento saber de la existencia de esa mujer. Álvaro, supongo que celoso por los halagos que habían prodigado a mi escrito (aunque el chaval no es que fuera muy simpático habitualmente), me preguntó un poco mosca sobre quién había escrito. No recuerdo si respondí yo o el profesor y cuando oyó el nombre preguntó qué quién era esa. Se lo expliqué y él, gilipollas entero, soltó un “claro, de Ferrol, cómo la va a conocer alguien” (no me extrañaría nada que este fuera de los que solo conocen a Paquito).
Sí, un imbécil y un analfaburro. Porque ser abogado y no
saber la que montó la señora Arenal en la Facultad de Derecho de la Universidad Central de Madrid (que ahora es la Universidad Complutense, donde él estudió) es de imbéciles y analfaburros. Estar casado
con una gallega y no saber quién era Concepción Arenal también es de imbéciles
y analfaburros. No saber quién era esta señora que tiene calles en toda España
y a la que los institutos y colegios la honran llevando su nombre es… es de
Alvaritos gilipollescos. Ups, qué pena, se me ha escapado su nombre.
El año pasado se cumplieron dos siglos de su nacimiento. No sé si este elemento se habrá siquiera enterado, si habrá recordado por casualidad su nombre que parece que oyó por primera vez hace cinco años (me hago cruces) y mucho menos recordará las palabras que me dedicó, pero ojalá se las tragara y se atragantara. Lo más probable es que le haya pasado con el nombre de Concepción, lo mismo que a mí con el suyo, con la diferencia de que él no se habrá puesto a escribir y mantendrá su memoria de pez.
Por supuesto, no hay obligación de conocer a la señora Arenal. Este tipejo está aquí porque se creía el amo del mundo sin ser nadie, por ser déspota y prepotente conmigo sin motivo. Pero si os apetece saber sobre ella, escribió varios libros (ya libres de derechos de autor), hay varias biografías, un cómic que cuenta su infancia o una peli de RTVE y hasta tiene entrada en Wikipedia.
¡Analfaburro! Jaja, me encantó.
ResponderEliminarQue conste que no es de mi invención, pero a mí también me encantó. :D
EliminarCon A de anafaburro, que borrico. Yo estudié a Concepción Arenal en Derecho penal, por su labor humanitaria. A y yo huimos a universidades diferentes por lo que parece
ResponderEliminarNo sé si la estudió o no, pero realmente lo que me molestó fue esa superioridad, un poco como mi profesora de literatura. Como lo decía yo, que no era nadie a su lado, entonces esta señora tampoco era nadie y no merecía su esfuerzo el conocerla. Ais...
EliminarUn saludo.