Nombre: Roby.
Edad: 47.
Identificación: compañero de equipo.
Diagnóstico: adicto al juego.
Hace unos años comencé a jugar a un videojuego online. Podías jugarlo individualmente, pero había una parte que podía ser
cooperativa si te unías a un equipo. Conocí a gente y me uní a uno de los grupos.
La mayoría de los jugadores, por no decir todos, eran majos, por eso me uní. Chateábamos,
jugábamos, incluso hicimos quedadas, y nos lo pasamos genial. Fueron unos meses
divertidísimos.
Todo el mundo es bueno. ¿No es eso lo
que se dice? Pero con la confianza van saliendo las cosas. No sólo es que nos
conociéramos más, que surgieran parejas, que nos contáramos nuestros problemas
o que lloráramos en los hombros de los demás sino que también se descubrieron problemas,
puntos débiles, manías y defectos. Y después de las uniones vinieron las
rupturas.
A medida que fuimos subiendo los niveles
del grupo, empezó a vérsele la cara a la gente competitiva, competitiva de
manera enfermiza. Teníamos que conectarnos todos los días para colaborar, si no
nos conectábamos, nos pasábamos la contraseña del juego para que otro jugador
hiciera nuestra parte. Dejó de ser diversión y se convirtió en obligación. Para
alguna gente aquello era su vida para otra, en cambio, la vida estaba fuera, en
el trabajo, lo estudios, las parejas, las familias y amigos a los que dedicar
tiempo y todo eso era incompatible con ganar.
Pero Roby no está aquí por ser adicto al juego (en el mundo real necesitaría terapia de verdad), sino por comportarse como un idiota, pero una cosa lleva a la otra. En algún momento del pasado había llegado a tal nivel que no le estaba permitido tener una tarjeta bancaria. Lo perdió casi todo por culpa del juego y aun así se buscó la forma de seguir gastando en éste para ser el mejor. Como tenía tan buena disposición, la gente lo eligió líder el equipo. Pero la vida da muchas vueltas. Puedes tener mucho trabajo, un viaje de familia o simplemente no apetecerte jugar y no aparecer por el juego en varios días. Es entonces cuando las reglas que establecemos se nos pueden volver en contra. Y eso pasó. No entró para activar la participación del equipo en varias competiciones y la gente se rebotó. Le pedimos que cediera el liderato o que lo compartiera, pero quien no tiene nada en su vida se aferra a lo que sea, incluso a ser el jefe en un equipo en un videojuego cutre. Y se negó como se niegan los políticos corruptos a ceder el sillón.
Se puso como un loco, dijo que
éramos unos traidores, que le queríamos quitar el mando, que el equipo era
suyo, que lo había dado todo por nosotros, su familia (no comment). El grupo se
dividió entre quienes lo defendían porque en realidad no hacía falta ir tan a
saco en las competiciones, quienes querían seguir el ritmo y formaron otro
equipo despotricando de los demás, y quienes nos fuimos hartos de malos rollos y fantasías. Para mí, además, ese fue el
momento de retirarme del juego. Ni iba a estresarme, ni iba dejar mi contraseña, ni iba a
dejar de hacer mi vida fuera y, mucho menos, poner pasta.
Le dedico la sesión a Roby por
personalizar el problema en quien era el líder, pero la mayoría de la gente de
aquel equipo era similar a él, con problemas parecidos. Quizás no habían llegado
al punto de ser adictos como lo había sido él, pero eran totalmente
dependientes de aquel juego. Era su evasión de una manera insana. Tenían problemas,
ya fuera depresión, problemas de pareja, ser cuidadores de una persona
dependiente y no poder salir casi de casa o de dinero, y el ganar una competición
era todo para ellos. Se sentían importantes, creían que eran alguien. La gente
con una vida sana fuera de lo virtual no tardó en irse. Sé que a mí me
siguieron otros y se quedaron los obsesivos peleándose entre ellos después de
haber compartido casi todo.
Pero, hija mía, esto que cuentas ¿es verdad? Madredelperpetuosocorro. Estáis todos para encerrar. dime qué juego es para que no juegue nunca.
ResponderEliminarSí, sí, Pedro, es verdad, aunque en este caso, por resumir, quizás me quedo un poco corta y no logro reflejar los problemas de la mayoría. Yo era de las más cuerdas, imagínate cómo serían los demás. Por lo que sé, en muchos juegos cooperativos pasa, da igual el título.
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