Identificación: compañera de la universidad.
Diagnóstico: buscabroncas histérica y maleducada.
Carol parecía normal. Una compañera
que hacía su parte en los trabajos en grupo, quizás un poco mandona. Contaba
historias divertidas, aunque se hacía un poco la graciosa y en esos casos es
frecuente cruzar líneas en las que la persona se posiciona cerca de la ofensa.
Muy sincera, a veces demasiado, porque la sinceridad extrema suele disfrazar el
insulto, o la falta de respeto, o las ganas de hacer daño a los demás. Nada
problemático hasta que la persona que actúa coge cierto nivel de confianza y
molesta y las personas que reciben se ven saturadas y pasan de aguantar los
chistes con una sonrisa forzada a ir calentándose hasta casi arder por
combustión espontánea, espontánea en apariencia, porque la causa está ahí para
quien quiera verla.
Pero Carol no está aquí por esto. Tampoco
por tolerar mal la felicidad ajena y cabrearse porque no fui a una comida de
grupo por haber quedado con un ligue y no podía ser que Dorotea echara un polvo
y fuera feliz. Tampoco está aquí por ser una egoísta y exigir que el grupo de seis
quedara en sitios que le vinieran bien a ella (que tenía coche) y nunca a los
demás (que no teníamos coche) aunque esos lugares no estuvieran bien
comunicados. Está aquí por la historia del coche de alquiler.
Alquilamos un par de coches y nos
fuimos de vacaciones. El primer día en un pueblo de montaña bastante aislado,
la ventanilla del copiloto del coche que yo conducía se hizo pedazos.
Espontáneamente. Tuvimos que regresar a la ciudad para reportar el incidente y
que nos dieran otro y aquí vino el problema. El coche estaba a mi nombre, pero
no me dejó ir sola al mostrador, ni me dejó hablar, en realidad, no me dejó ni
respirar. En cuanto llegamos a la oficina de la empresa de alquiler empezó a
gritar como una histérica, varios tonos por encima de lo habitual en ella y
varios decibelios por encima de lo que es educado y de lo que es saludable para
el oído. Necesitaba montar un escándalo, quién sabe por qué, y aquél era su
momento.
Sólo le faltó insultar abiertamente a
la persona que nos atendió, que no tenía la culpa de nada y nos iba a ayudar,
es más, casi nos estaba haciendo un favor porque aquella no era la oficina
donde nosotras habíamos alquilado el coche. Ni la empleada ni yo sabíamos dónde
meternos, ella por lo que estaba recibiendo, yo porque me estaban viendo junto
a aquel monstruo llamado Carol y ya sabéis lo que cuentan: Dime con quien
andas… Los gritos no pararon hasta que la empleada y yo ya habíamos dado unos
cuantos pasos hacia el aparcamiento.
Cuando estábamos junto al coche, la
empleada me dijo: “No dejes que se vuelva a comportar así estando a tu lado
porque los demás pensarán que eres como ella”. En realidad, yo ya había
decidido que no quería que nadie más me viera con ella. Por desgracia, el trámite
no pudo ser rápido porque romper con Carol significaba romper con el grupo,
pero el tiempo hizo su trabajo y la última vez que la vi en la estación me
escabullí entre la gente y ni siquiera la saludé de lejos. Creo que me vio,
pero no me importó igual que a ella no le importó comportarse como una cerda en
aquel viaje.
Pedazo de historia. También me gusta de vez en cuando jugar a la galería de personajes que ha pasado por mi vida(perdona que quiera salir también en esta foto).
ResponderEliminarEl comentario de la empleada es lo que he pensado cuando he estado con alguien así. Aunque yo a veces he llegado a poner una cara a escondidas de "disculpa, disculpa, no le hagas caso a este engendro que va conmigo". Otra de esas personas que no explican la razón de que los humanos sigamos en sociedad. Saludos
P.D. Ya seguiré picoteando en este montoncito de personas que no quisiera conocer nunca pero me agrada mucho leer.
Es curioso (y esto de "es curioso" es sólo una coletilla) cómo los patrones de gente se repiten en cualquier lugar al que vayamos. Siempre hay de todo en todas partes y siempre lo mismo. Para mí aquello fue un antes y un después. No volví a verla de la misma manera, y eso que ya la tenía calada, pero también cambió mi percepción de los demás, a los que aquella agresión verbal les pareció de lo más normal. Si es hoy habría cortado inmediatamente, pero no era hoy y me costó cortar el cordón.
EliminarPásate cuando quieras, Sergio. En breve publicaré algo, pero aún necesito unos días para recuperarme del todo.
Un abrazo.