Nombre: Alma.
Edad: cincuenta
y pocos.
Identificación:
compañera de taller de escritura.
Diagnóstico:
incapacidad para asumir las críticas constructivas, intolerante con
las opiniones de los demás, sobre todo cuando difieren de las suyas, egolatría, doble personalidad.
Apenas conozco a
Alma. Comenzamos el taller de escritura en octubre y lo terminamos en junio,
pero desde marzo fue por videoconferencia y no hay tantas oportunidades para el
parloteo en ese medio… afortunadamente en este caso.
Al principio me
parecía un poco rara, pero quién no lo es. Solo que a medida que avanzaba el
tiempo y nos conocíamos un poco a través de nuestros escritos, empecé a ver
actitudes en ella que no me gustaban nada. Nos halagaba exageradamente y yo, que
no tengo un ego muy elevado, me limitaba a agradecérselo y para mis adentros
pensar que no era para tanto, realmente me incomodaba.
En los cursos de
escritura la crítica constructiva es fundamental. Tienes que ir dispuesta a que
te suelten todo lo malo que tiene tu trabajo siempre que te lo digan de manera
educada y te sirva para aprender. A ella eso no le gustaba. Quería que le
devolvieran el halago, algo imposible cuando escribes como el culo. Aun así,
todas las participantes hicimos un esfuerzo enorme por sacarle algo positivo a
cada uno de sus escritos y, cuando le apuntamos fallos, fuimos educadas y muy
comedidas porque enseguida nos dimos cuenta de que, si decíamos algo que la
contrariaba, aparecía su lado salvaje (su verdadera personalidad, me parecía a mí) y saltaba a por su presa diciendo algo hiriente y destructivo. Cuando
no podía decir nada negativo sobre nuestros trabajos porque eran impecables, apuntaba al
ámbito personal. Pero no lo hacía en directo, no, pues guardaba las formas
delante del profesor, sino que esperaba a terminar y mandaba wasaps hasta que
se quedaba a gusto.
Finalizando el
curso le hice una observación para corregir la hora de un reloj para que la
historia fuera coherente. Podía corregir la hora, cambiar un poco la redacción
para que cuadrara o no mencionar el reloj en absoluto. Ni siquiera era una
crítica. No sé si es porque no tengo Whatsapp y era la única a la que no había
atacado en condiciones, pero se puso como una fiera diciéndome que no tenía ni
puxx idea de nada, que estaba amargada en mi trabajo… como si eso fuera noticia.
Todo esto, evidentemente, en el canal de la videoconferencia cuando pensó que
estábamos solas, pero se equivocó y se montó una gordísima. El profesor no
sabía qué decir, intentó calmarla como pudo, yo estaba atragantada, solo podía
pensar en que tenía que escribir sobre aquello, mis compañeras hasta los pelos,
una de ellas gritando como loca que esperaba que no la admitieran más. Fue
bochornoso.
No me gusta el
conflicto. Me apunto a esas actividades para divertirme, para desconectar de la
vida real, que además durante el confinamiento fue una porquería. Vivir todo
eso fue incómodo (por decir algo suave y educado) y me hizo sentir asco y
vergüenza ajena por la actitud de esa mujer, que aún no sé qué buscaba
realmente allí. Diría que divertirse no, pero probablemente se divierta de esa
manera, buscando compensar alguna de sus carencias humillando a los demás.
Esta historia ¿es de tu vida real? Si es que sí, vaya señora más rara.
ResponderEliminarHola, Pedro:
EliminarNo he visto tu comentario hasta ahora. Me temo que sí, esta señora es real. He cambiado algunos detalles pero básicamente es alguien que no acepta las críticas, pero se queda a gusto criticando a los demás. Me temoi que como ella las hay en todos los lugares de encuentros de escritores, aficionados y no aficionados.
Un salud.