01 septiembre 2020

Sesión 15: aprendiz de escritora sin Alma


Nombre: Alma.
Edad: cincuenta y pocos.
Identificación: compañera de taller de escritura.
Diagnóstico: incapacidad para asumir las críticas constructivas, intolerante con las opiniones de los demás, sobre todo cuando difieren de las suyas, egolatría, doble personalidad.

 

Apenas conozco a Alma. Comenzamos el taller de escritura en octubre y lo terminamos en junio, pero desde marzo fue por videoconferencia y no hay tantas oportunidades para el parloteo en ese medio… afortunadamente en este caso.

Al principio me parecía un poco rara, pero quién no lo es. Solo que a medida que avanzaba el tiempo y nos conocíamos un poco a través de nuestros escritos, empecé a ver actitudes en ella que no me gustaban nada. Nos halagaba exageradamente y yo, que no tengo un ego muy elevado, me limitaba a agradecérselo y para mis adentros pensar que no era para tanto, realmente me incomodaba.

En los cursos de escritura la crítica constructiva es fundamental. Tienes que ir dispuesta a que te suelten todo lo malo que tiene tu trabajo siempre que te lo digan de manera educada y te sirva para aprender. A ella eso no le gustaba. Quería que le devolvieran el halago, algo imposible cuando escribes como el culo. Aun así, todas las participantes hicimos un esfuerzo enorme por sacarle algo positivo a cada uno de sus escritos y, cuando le apuntamos fallos, fuimos educadas y muy comedidas porque enseguida nos dimos cuenta de que, si decíamos algo que la contrariaba, aparecía su lado salvaje (su verdadera personalidad, me parecía a mí) y saltaba a por su presa diciendo algo hiriente y destructivo. Cuando no podía decir nada negativo sobre nuestros trabajos porque eran impecables, apuntaba al ámbito personal. Pero no lo hacía en directo, no, pues guardaba las formas delante del profesor, sino que esperaba a terminar y mandaba wasaps hasta que se quedaba a gusto.

Finalizando el curso le hice una observación para corregir la hora de un reloj para que la historia fuera coherente. Podía corregir la hora, cambiar un poco la redacción para que cuadrara o no mencionar el reloj en absoluto. Ni siquiera era una crítica. No sé si es porque no tengo Whatsapp y era la única a la que no había atacado en condiciones, pero se puso como una fiera diciéndome que no tenía ni puxx idea de nada, que estaba amargada en mi trabajo… como si eso fuera noticia. Todo esto, evidentemente, en el canal de la videoconferencia cuando pensó que estábamos solas, pero se equivocó y se montó una gordísima. El profesor no sabía qué decir, intentó calmarla como pudo, yo estaba atragantada, solo podía pensar en que tenía que escribir sobre aquello, mis compañeras hasta los pelos, una de ellas gritando como loca que esperaba que no la admitieran más. Fue bochornoso.

No me gusta el conflicto. Me apunto a esas actividades para divertirme, para desconectar de la vida real, que además durante el confinamiento fue una porquería. Vivir todo eso fue incómodo (por decir algo suave y educado) y me hizo sentir asco y vergüenza ajena por la actitud de esa mujer, que aún no sé qué buscaba realmente allí. Diría que divertirse no, pero probablemente se divierta de esa manera, buscando compensar alguna de sus carencias humillando a los demás.

2 comentarios:

  1. Esta historia ¿es de tu vida real? Si es que sí, vaya señora más rara.

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    1. Dorotea Hyde05 noviembre, 2020

      Hola, Pedro:

      No he visto tu comentario hasta ahora. Me temo que sí, esta señora es real. He cambiado algunos detalles pero básicamente es alguien que no acepta las críticas, pero se queda a gusto criticando a los demás. Me temoi que como ella las hay en todos los lugares de encuentros de escritores, aficionados y no aficionados.

      Un salud.

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