02 septiembre 2020

Sesión 16: María de la C.

Nombre: Carmen.
Edad: 40.
Identificación: amiga del instituto.
Diagnóstico: victimista, pesimista (y me quedo corta), envidiosa, otra incapaz de confiar, egocéntrica.


Conocí a Carmen en 3º de BUP, porque teníamos una amiga en común, Marga (de la que hablaré probablemente en la siguiente entrada). Pero en COU, el último año del insti, nos tocó juntas en clase y nos hicimos muy amigas. O eso creía yo.

Para mí una amistad está basada en la confianza. Tienes en la otra persona un apoyo, alguien a quien puedes contarle lo que sea sin que te juzgue (aunque cuando quieres a tus amigos a veces les perdonas esto), alguien que te va a escuchar cuando lo estás pasando mal, alguien a quien contarle tus amoríos (sobre todo los frustrados) y alguien también con quien celebrar lo que más te importa. Por supuesto, todo esto es una calle de doble sentido.

En los primeros años todo iba bien, pero entonces algo cambió y ese cambio fue mi mudanza a Madrid para estudiar. No sé qué pasó con algunas de las personas a mi alrededor que vieron mi marcha como una amenaza (de esto se podría escribir una tesis) y Carmen fue una de ellas. Empezó a juzgarme; dejaron de importarle mis problemas, aunque luego mirando atrás me di cuenta de que nunca le habían importado; empezó a echarme broncas y a criticarme cuando mis amoríos se frustraban y finalmente, tampoco quiso celebrar lo que me importaba. Y esto me dolió especialmente porque les sugerí a ella y a Marga que celebráramos mi cumpleaños sin regalos. Siempre nos hacíamos una lista con cosas que queríamos y yo siempre pedía libros, pero que pidiera lo mismo año tras año le aburría (el caso es que les pedía títulos diferentes cada vez) por eso sugerí que no me regalaran nada, para no tenerla de morros. ¿Cómo no vamos a regalarte nada, Doroty? Y morros igualmente. La penúltima vez que celebramos juntas inventaron un regalo cutre y, al año siguiente, me dijeron que mejor no me regalaban nada, que yo tenía razón. Y sí, la tenía, pero lo sugería con el mío, no las habría dejado sin regalo. Es que escribo esto y aún me reboto. En cualquier caso, ese fue el último que celebramos porque luego vino la boda... me estoy adelantando.

Entre mi mudanza a Madrid y ese cumpleaños sin regalo, pasaron muchas cosas, tanto en su vida como en la mía. En la mía pasó que empecé a escribir; empecé a cantar; conocí a gente estupenda y a otra odiosa; casi fracaso en mis estudios (y no recibí el apoyo ni de Carmen ni de Marga); casi estuve en quiebra; conseguí una beca alucinante donde me lo pasé genial, conocí a dos de mis mejores amigas y me enamoré; me acosaron (no el tipo del que me enamoré) y eso me hizo entrar en una de las peores épocas de mi vida, una racha que duró casi cuatro años en la que era incapaz de confiar en la gente, sobre todo en los hombres, en la que apenas hice amigos y ni Carmen ni Marga me apoyaron, al contrario, me acusaron de exagerar para llamar la atención.

En su vida también pasaron unas cuantas cosas. Conoció a un tipo que la trató fatal, aunque nunca fue capaz de decirme qué le había hecho exactamente, hasta me puse en lo peor pensando que le pegaba. Se dejaron, conoció a un tipo fantástico, Marga la acusó de pilingui por acostarse con él, yo la defendí y dije que cada quien se acostaba con quien le daba la gana. La apoyé en todo, la escuché, la abracé cuando lloró, la animé cuando estaba en un trabajo de mierda y también la animé a seguir adelante y buscar otra cosa y, por supuesto, me alegré infinitamente de que consiguiera un nuevo trabajo fantástico y nunca me eché flores por haberla animado al cambio (sobre todo porque el mérito NO era mío). Entonces volvió con el tipo que la trató mal, al que echaba muchísimo de menos. En este caso no sé si la apoyé pero sí respeté su decisión. Al tipo yo le caía mal, tan mal que hablaba su lengua materna con su gente y en castellano conmigo, como si yo no entendiera su lengua materna que, por cierto, es la lengua materna de mi padre y la que se habla todo el día en mi casa, pero el detalle, el marcar la diferencia, el señalarme como la extraña de fuera ya estaba ahí. ¡QUÉ FEO! Entonces, para rematar, Carmen le dijo que había alguien que no quería que volviera con él. Él, tan chulo como un ocho le dijo: Es Dorotea, ¿VERDAD? Y ella no se lo negó. Aunque no fui yo sino Marga. Y la muy imbécil va y me lo cuenta. Sentenció nuestra amistad.

A partir de ahí fuimos cuesta abajo porque ella fue incapaz de separar la opinión de su novio sobre mí, de lo que yo le había demostrado tantos años, así que empecé a ser la mala, la distante, la prepotente que viene de la capital dándose aires cuando por desgracia yo jamás tuve ni una brisa. Supe que se iban a vivir juntos porque se le escapó en un chat. Y me dijo que se iban a casar un año después de haberlo decidido. Cuando llegó el día de su boda apenas ya hablábamos y no me invitó a salir con ella, su marido y un grupo de amigos después del banquete. Eso sí, tuvo la jeta de echarme en cara que me había ido demasiado pronto y no había querido ir con ellos. Me dolió tanto que me quedé sin respiración y sin voz. Ese mismo día también me acusaron (en este caso tanto ella como Marga) de no estar interesada en conocer a un amigo de su marido por no tener suficiente categoría para mí. ¿Y cuál era esa categoría? En ese momento yo me sentía una mierda, todas las categorías eran superiores a la mía, pero ellas ni se habían enterado. Estaba en shock y no fui capaz de reaccionar, pero mientras me lo decían sabía que ese era nuestro último encuentro.

Unas semanas más tarde yo estaba de vuelta en mi casa, intentando superar mis problemas y recibí un email suyo, otra vez con reproches. Le dije que estaba pasando por la peor época de mi vida y solo tenía sus reproches en vez de preguntarme cómo estaba. No solo no bajó la cabeza sino que salió con otro reproche más, que no me quejara porque ni siquiera le había preguntado cómo iba su vida de casada. Había vivido dos años con su pareja y tenía que preguntarle cómo le iba la vida dos meses después de llevar una alianza. No le respondí. Sin voz otra vez.

Dos años después de ese punto final se cruzó con mis padres en un restaurante y les torció la cara. Creo que eso fue el remate. Lo pasé peor con esta ruptura que con cualquier ruptura amorosa. No he llorado por ningún tío, tuviera el nivel que tuviera nuestra relación, tanto como lloré por ella. Nueve años después de aquel email, me sigue doliendo como si hubiera pasado ayer.

No sé nada de ella desde entonces ni quiero saber, sin embargo hace un mes fui a hacerme una prueba y el centro médico está al lado de su trabajo, mejor dicho, del que era su trabajo porque ahora, en vez de un despacho hay una cafetería. Y a pesar de todo ese daño, de todo lo que sufrí y de todo lo que lloré, me preocupé y deseé que simplemente se hubieran trasladado o ella hubiera encontrado otra cosa. Escribo esto para recordarme una vez más que a veces soy idiota.

2 comentarios:

  1. No pareces ignorancia sino buena en el buen sentido de la palabra, te preocupas por los demás. Esta señora no se merece haber sido tu amiga, ompartidteis un tiempo y un lugar pero eso no sella una amistad, es el filtro del tiempo esl que nos ayuda a poner las cosas en claro.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. No sé si ella merece o no haberme tenido como amiga, pero sí sé que yo no merecía el trato que me dio. A veces creemos que las amistades van a durar para siempre, más incluso que los matrimonios, pero ahí está el divorcio. :)
      Un saludo.

      Eliminar