12 febrero 2024

Sesión 34: el bibliotecario sancionador

Nombre: el bibliotecario sancionador.
Identificación: auxiliar de biblioteca en la universidad donde estudié.
Edad: treinta y pocos.
Diagnóstico: un mindundi con ganas de demostrar su poder.
 
Cogí en la biblioteca un test de oposiciones y el volumen con las respuestas para fotocopiar algunas páginas para mi amiga María de la C à Dos semanas de préstamo.
 
Una semana después cogí una película para otra amiga à Una semana de préstamo.
 
Sé que no hace falta poner el cálculo, pero tenía que devolver todo el mismo día.
 
Quedé con mi amiga para que me devolviera el dvd. Vaya, Doroty, se me olvidó y por no dar vuelta... Sí, quedaba conmigo para eso, pero llegó sin él. La quiero muchísimo, pero debería estar en este blog por ese olvido. Quizás le toque.
 
El caso es que devolví los libros de las oposiciones el día que vencía el préstamo y el dvd unos días después. Calculé la sanción y cuando pasó volví a la carga con otro préstamo, pero para mi sorpresa, seguía sancionada.
 
Oficialmente el libro de respuestas aparecía como préstamo activo en mi cuenta. Le expliqué al auxiliar que había devuelto los dos juntos. ¿Para qué quería uno sin el otro? Se me quedó mirando como un pánfilo y repitió el dato otra vez. Insistí en que había devuelto los dos libros, comprobó las fechas y vio que en efecto el libro de preguntas estaba devuelto y además los dos habían sido prestados a otra persona ese mismo día. Los dos. Parece que hubo un fallo en el sistema cuando los devolví, pero le dio igual.
 
El tipo no me creía, ni siquiera viendo la evidencia. Yo, en mis trece, le pedí que me retirara la sanción, no era justo pagar por un error del sistema, un error que bien pudo ser suyo. Pero él, creyendo que las dichosas respuestas seguían en mi poder a pesar de lo que decía el sistema, alegó que como me había retrasado con la película, también me podía haber retrasado con el libro. El verdadero problema era que si me quitaba la sanción, reconocía su error y eso no podía ser.
 
No insistí porque me quedaban sólo unos pocos días de sanción, era mi orgullo el resentido. Pero ese tío, al que todas mis compañeras adoraban, cayó en los infiernos de Dorotea, aunque él no lo supo nunca (y le habría dado igual porque mi infierno es en realidad una gilipollez). Mi única venganza fue dejarle en el mostrador el libro que quería haberme llevado para que tuviera que despegar el culo de la silla y hacer algo productivo por una vez, aunque no sé si consiguió ponerlo en su sitio.

6 comentarios:

  1. Vaya, de eso he trabajado yo y algo sé. Pero lo cierto es que lo que sé es justo lo que tu sin haber trabajado ahí también sabes. Que el problema y el fallo en el sistema era el bibliotecario. Quitar una sanción es muy fácil. Yo las quité a veces incluso por conmiseración. A veces a gente que tal vez no lo merecía porque luego fueron reincidentes(así que yo también pequé pero de otra forma). Sea como sea no entiendo esa cerrazón mental del tipo. Supongo que la palabra auxiliar dice mucho. Un bibliotecario de carrera no cae en esas tonterías. Aunque yo fui auxiliar. no sé. Creo que cuando usas lo de pánfilo también das en otra clave del asunto. Sea como sea esta historia me ha encantado. Qué bien le sacas el jugo a tus anécdotas. Un abrazo
    Un abrazo.

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    1. Lo "peor" de esto fue que acudí a él por recomendación de mi amiga Zaida, que también anda por este blog. Que es majísimo, que él te la quita sin problema. Y ya ves, S., anclado a sus trece. Por suerte no me acuerdo muy bien, pero creo que empecé a evitarlo desde ese día. En fin, que espero que se le hayan cruzado los tests en la barriga. :D

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  2. Vaya... A veces pienso quenlos descuidos o fallos no nos los permitimos en reconocerlos por puro ego.
    Querer tener la razón ir por la vida de sancionadores como juez olímpico :) como para poder poner en evidencia aunque en sus narices sea inocente
    Servicio al cliente le llaman es lonque debe aprender el asistente :) bieno todos quizá ser mas amables ;)

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    1. Reconocer errores o pedir disculpas es bastante difícil y para algunas personas, imposible. Y luego está ese pequeño momento en que sienten que tienen poder sobre otros. Les llenará la vida, supongo.
      Un abrazo.

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  3. Decir "me equivoqué" cuesta mucho, sobre todo cuando se insiste en el error ajeno aún sabiendo que no hubo tal error. Seamos buenos, nos pasa a muchos.
    Saludos.

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    1. Te doy la razón, Osval Do, cuesta muchísimo reconocer los errores propios, pero no puedo ser buena con él en mi historia porque se comportó como un gilipollas y, además, se salió con la suya aunque no tenía razón.
      Un saludo y gracias por pasarte.

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